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como su padre Francisco: caballeros de la D a m a P o b r e z a . Sus caballeros de la mesa redonda, los llamará con entusiasmo caballeresco. No tienen ni más amor ni otro ideal que Cristo. No es necesario trazar la silueta de cada uno de ellos; las F l o re– e i l l a s , poema de encantadora y divina poesía, la F lo r l i t e r a r i a más preciosa de la Edad Me– dia las relatan con sencillez. Entre ellos, lo mismo que en el Colegio Apostó– lico, hay uno que ganó por su sencillez y pureza de corazón la voluntad del Seráfico Padre. Francisco se une con él tan íntimamente que tan sólo la H e r– m a na M u. e r te los separará. Este discípulo pre– dilecto de San Francisco, que recibió siempre singu– lares muestras de cariño, se llamaba F r a y L e ó n , l a O v e j u e l a d e D i o s , como Francisco --con idealismo divino-- lo llamará siempre en adelante. Fray León fue el verdadero amigo y confidente del Seráfico Padre. Tan singular y divina amistad no se halla en pugna con el amor que a todos sus hijos profesaba Francisco, ya que por todos se hubiera sacrificado y hubiese muerto. La caridad cristiana la purificaba e idealizaba más y más. Era una necesidad que sen– tía su alma; Fray León será el que mejor le com– prenda, se le aproxime y compenetre con él. Por eso lo escogió por su amigo predilecto, por su fiel con– fidente. La amistad de Francisco y Fray León publi– cará siempre la belleza, los encantos y las dulzuras de la amistad cristiana. «Cuando la amistad entre los hombres pasa más allá de cierto grado, tiene algo de profundo, de elevado, de ideal, de casi infinita- s
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