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cabeza, exclamó alborozosamente: Fray León, Ove– juela de Dios, ¿qué crees tú que he visto en el pozo? -La luna, Padre mío, que ahí se espeja. -No, Fray León, no es nuestra hermana la luna la que se ha mostrado en este pozo; por la gracia adorable del Señor he visto la misma cara de la hermana Clara, tan pura, tan esplendorosa de ,una incomparable alegría, que todos mis tormentos se han desvanecido. Ahora tengo la certeza de que nuestra hermana Clara goza en estos momentos la verdadera felicidad que Dios concede a sus predilec– tos, colmándolos de los tesoros de la p o b r e z a . » El amigo santo podía descansar; Sor Clara, su amiga, muy amada de Dios, gozaba de las delicias del Amado por s.u fidelidad a D a m a Po b r e z a . Francisco confiaba en la fidelidad de su hija espi– ritual. El celestial Esposo la soste,ndría en su empeño. Francisco podía descansar en los brazos de la hermana muerte hasta llegar al abrazo de Cristo en la región de la luz sobrenatural. Entonces Francisco, rebosante de alegría espm– tual, sorbió con el hueco de la mano un poco de agua; se alejó confortado. Y desde entonces a ese pozo se le llama « P o z o d e S a n t a C l a r a » . El pueblo sionés, al pasar por aquel pozo, acér– case a su brocal y al contemplar sus puras aguas recuerda con cariño los nombres venerables de Fran– cisco y Clara y quizás mirando las cristalinas aguas 171

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