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des naturales que el Creador depositó en el alma al salir de sus manos poderosas y encerrarla en el cofre artístico del cuerpo. En Francisco el concepto de la amistad se sublima y endiosa, porque él se hallaba completamente endiosado. Era lo que siempre debía ser: Caridad en Cristo. * * * Antes de su conversión omnímoda a Cristo, era el encanto de la juventud de Asís, era el ami g o de todos los muchachos, el amigo que, sin quererlo, qui– zás, sabía ganarse el afecto de todos. Su corazón, por naturaleza, bondadoso, afable y espléndido, ejercía tal fuerza de atracción de un dinamismo irresistible. F,ue el Rey de la juventud. Sus dotes personales exter– nas contribuían a reforzar su fuerza de persuasión. Presidía sus fiestas, sabía organizarlas, mostrándose pródigo, frecuentemente con exceso, para sufragar los gastos de sus banquetes y diversiones. Vestía como el mejor, no reparaba en dispendios. Asís se gloriaba en la juventud aunque, algunas veces, criticaba j,us– tamente sus fiestas juveniles y rondas nocturnas. Al frente de sus compañeros recorría las calles de la ciudad derramando optimismo y franca alegría. ¿He– mos de decir por eso que todo fuese laudable? Cier– tamente que no, y de ello se dolerá amargamente años después. Mas la amistad divina, con resplandores celes– tiales y perfumes intensos de santidad, rondaba el castillo interior del corazón del joven Francisco. El 4

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