BCCCAP000000000000000000000176

consagración a Cristo. Las previsiones i!lO resultaron fallidas. Se pusieron en juego todos Jos medios para convencerla y apartarla de su generoso propósito, halagos y amenazas. Pero todo resultó inútil. Era de Dios y para siempre. Como asegura Efor Beatriz Favorone de Asís: En seguida la llevó San Francisco a San Pablo de Bas– tia. En este monasterio benedictino la colocó y guar– dó para mayor seguridad y tranquilidad de la joven religiosa. Sus parientes insistían, amenazaban, halagaban. ¿Cómo desengañarlos definitivamente? Clara de Asís se refugió en e] altar, ya era cosa sagrada, cubriendo con sus paños la cabeza; después se destocó y les mostró la cabeza tonsurada. Clara había vencido, aquella prueba no admitía discusión. Sus parientes, desengañados, la dejaron libre y tranquila. La amistad de Francisco temió nuevos asaltos a la fortaleza de Clara y se decidió a trasladarla a otro monasterio benedictino. «A los pocos días San Francisco, Fray Filippo y Fray Bernardo la llevaron a Santo Angelo, en las faldas del Suba&lo». * * * Pero el ideal de Francisco no era consagrarla be– nedictina, sino que fuese m a d r e e s p i r i tu a I de muchísimas hijas, todas ellas enamoradas de la Cruz de Cristo y de la Santa Pobreza en un grado hasta entonces desconocido en la Iglesia Católica. A los ojos de los hombres la empresa de Clara y sus hijas era una temeridad; a los ojos de Dios heroísmo, sacrificio excelso y gratísimo. 163

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz