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abrazo con el E s pos o D i vi no . Francisco y Clara, ¡unidos en íntima amistad, serían como dos carbones encendidos y que juntos mantienen más fácilmente su calor. Este calor, conviene repetirlo, es el amor de Cristo, puesto que vivimos en un mun– do que no se suele convencer de la pureza de dos almas selectas que vibran al contacto de la amistad divina y en la que la carne y la sangre no influyen para nada en su intimidad. Francisco y Clara serían como dos flores que unen sus corolas para que sus perlumes se mezclen y engendren otro nuevo más intenso, desconocido a los sentidos corporales, que no es otro que el buen olor de Cristo, que brotaría intensísimamente. Francisco y Clara serían oomo dos potentes focos que unen sus haces de luz para que el foco, resultante de esta unión, sea más resplan– deciente e iluminador; este foco iluminaría prodi– giosamente al siglo XIII y a los siglos posteriores y que brotaría de la santa amistad de Francisco y Clara, sería el apostolado. Merced a esa unión de ideales y de amores, la fuerza de atracción que ejer– cerían en el mundo tendría como res.ultado verdade– ramente pasmoso una florescencia de cristianismo en extremo maravilloso. Francisco sería el p a d r e e s - p i r i t u a l de numerosísimos hijos y Clara engen– draría para el E s p o s o c e 1e s t i a 1 legiones de vírgenes que la llamarían m a d r e a boca llena. Francisco y Clara no se separarían; únicamente la muerte temporal podría separarlos momentáneamen– te. Unidos por la caridad de Cristo serían los adali– des caballerescos, valentísimos, de la D a m a P o - b r e z a y con su pobreza renovarían aquella socie- 161 11

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