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Los que así se maravillaban no sabían, por lo visto, que todo cede y se humilla cuando el amor de Dios se pone en juego. El amor de Clara buscaba al Esposo divino y el amor comunica fuerzas que superan cuantas dificultades quieran oponerse a ese encuentro amoroso sobrenatural. Noche .oscura y estrellada. No había temor de que persona alguna descubriera a esas dos personas que huyen de casa. «Francisco la aguardaba oon aquellos frailes sus compañeros. Y cuando hubo lle– gado a ese lugar la sagrada virgen, esposa de Cristo, fue recibida reverentemente por el beatísimo Padre y los otros d_evotísimos frailes oon grandísima fiesta y júbilo y con antorchas encendidas; y entrando en la iglesia la bendita virgen la colocaron frente al altar de la Virgen María, y entonces los frailes co– menzaron a cantar bellísimos himnos muy devota– mente, y la iglesia, por las muchas luces y el canto devoto, parecía propiamente un paraíso abierto; no parecían cosas terrenas, sino celestiales.» Tenía la testigo razón: el cielo estaba abierto para presenciar el generoso sacrificio de aquella jo– ven que en sus pocos años desafiaba la valentía de otras muchas almas que hacían pr,ofesión de virtud. Darse a Dios en el ocaso de la vida, en los días tris– tes henchidos de desengaños, que so,n anuncio de vejez y abandono; renunciar al mundo cuando lo– camente se le entregaron las primicias del corazón y nada de aquél se puede esperar, no es hazaña muy heroica que digamos. Con frecuencia damos a Dios lo que el mundo casi desprecia. Per.o inmolarse, como iba a hacerlo la jovoo Clara, en plena juventud, ple- 156

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