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mnos cantores seguían festejando con sus cánticos gregorianos la entrada del Rey inmortal de la glo– ria en Jerusalén: B e n d i t o e l q u e v i e n e e n el nombre del Señor ... Hosanna al Hijo de David ... Semejante escena, rebosante de simbolismo, pro– fecía de lo que a la noche había de suceder en el silencio de Santa María de los Angeles, ensimismó más y más a nuestra joven. E l E s p o s o e s t á cerca, venid ... El Esposo te llama para llevarte a su recámara, notar– des, hermana mía, Clara. * * '~ Terminada la ceremonia de la catedral, los fie– les se dispersaron; los niños, con sus palmas y ra– mos de oliv.o, formaban brillantes y embelesadoras escenas que alegraban a las gentes, siempre atentas a la novedad. Madona Ortulana, Clara e Inés vol– vieron a su palacio, entraron por la puerta princi– pal como horas antes habían salido. La inocente y joven Clara no volvería más a traspasarla; su pre– sencia deslumbradora no brillaría en el ancho por– talón como hermoso solitario en el centro de artís– tica y valiosa joya. Clara no discurriría por los amplios salones de la mansión señorial, ni alegraría sus fiestas y reuniones, ni atraería las miradas de los jóvenes nobles que aspiraban a su mano. La hermosura extraordinaria de la joven Clara se en– cerraría dentro de los estrechos muros de un con– vento pobrecillo sin más comodidades que las que presta el servicio de Dios a sus verdaderos siervos. 153

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