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cio IV: Clara, adolescente real, adamó y eligió por esposo a Jesucristo pobre, Rey de Reyes y, ofren– dándose a El con humildad en el alma y cuerpo, le prometió principalmente dos buenos dones: e l don de la pobreza y el de la castimo– nia virginal. Un caballero, con voz ruda y franca firmeza, tes– timoniará mn juram1mto: «F,ue pariente de mi mujer. Era muy hermosa; y cuando tenía unos diecisiete años sus padres la quisieron maridar magníficamente. Mas ella rehusó. Y.o mismo la supliqué muchas veces que se maridara, y ella me hablaba de la vanidad de las cosas. Tales obras de santidad sorprendí en ella que parecía ~ue– ra santificada en el vientre de su madre». SALTA POTENTE LA CHISPA DE LA AMISTAD DE CLARA CON FRANCISCO En los jardines maravillosos y sobrenaturales del Esposo Divino nació tan santa amistad. Y esta amistad formará hermosísimo ramillete de bellísimas encendidas rosas y bla¡nquísimas perfumadas azuce– nas. F,ue obra de Dios y solamente de Dios. Francisco se hallaba metido de lleno en los ca– minos misteriosos del amor de Dios, en las redes, tendidas por el Esposo de las almas, se hallaba preso. Los días amargos de las vacilaciones y de las obscuridades habían afortunadamente desaparecido; veía claramente lo que Dios le exigía. Todavía en el ancho campo de las tertulias ciudadanas se dis- 148

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