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fesábase vencido. Recordemos a la hermana cigarra y al hermano tordo. * * * La gracia divina añadió nuevas delicadezas a su carácter excepcional, abierto -como hermosa flor– a todas sus influencias transformadoras. Francisco era poeta por naturaleza y desp,ués lo fue, pero sublimarlo por la gracia de Cristo. * * * La Edad Media quedó impregnada del perfume santo de su alma e inflamada del amor divino que brotaba de su pecho. Moría la Edad Media y sin– tió la virtud regeneradora que salía de sus llagas milagrosas, llagas prodigiosas que le merecieron el hermosísimo elogio del C r ,u. c i f i c a d o d e 1 A l - verna. Jesús era el Amad o de su pecho , el es– poso y amigo ternísimo de su alma; y, para que sus hermanos -todos los hombres-- conocieran a Je– su.cristo, dulzura de sus labios, a todos hubiera que– rido encerrar en su corazón, si ellos se hubieran de– jado vencer de sus requiebros amorosos. Los bosques y montes de Asís conservan, al pre– sente, frescas las lágrimas que Francisco derramara mientras se desfogaba su pecho lamentando la ingra– titud de los hombres. E 1 A m o r n o e s a m a d o . Todos eran sus hermanos y todos sus amigos. Su fraternidad y su amistad recobraban su sentido ver– dadero, sentido que, desgraciadamente, había sido olvidado o menospreciado con frecuencia. Cuando 2
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