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las dificultades ni ante las persecuciones y veJame– nes de que fue objeto por parte de los enemigos de aquel ideal. Su amistad, jamás desmentida, con el Venerable Fundador, le comunicaba fuerzas, ener– gías y valiente ardimiento en la lucha. Fray León lo tenía todo tan grabado en su entendimiento y en su corazón que por nada de este mundo lo traicio– naría; au juramento era absoluto, sin restricciones y hasta la muerte, no podía abandonarlo sin de– clararse traidor y apóstata. Conocía a las mil ma– ravillas los pensamientos y deseos claramente mani– festados por el Santo en multitud de ocasiones; había escuchado sus últimas amonestaciones antes de partir de este mundo para la gloria del otro. La R e g 1a debía cumplirse a la letra y sin glosas o interpretaciones que pudieran apartarla de su ver– dadera esencia. Fray León desoyó ruegos, despreció amenazas, sufrió heroicamente persec,uciones y ve– jámenes, pero permaneció fiel a la observancia de la R e g 1a tal como el Seráfico Padre la entendía. Habló, escribió en su favor; recordó los hechos y las amonestaciones de su Santo Padre. Su amistad no conocía ,un punto de reposo; el amor que al Santo profesaba, la veneración que por él sentía y sobre todo su promesa, ratificada cuando Francisco ago– nizaba, sostenían su ardoroso celo sin claudicaciones ni siquiera fueran estas aparentes. La conciencia no sabe ceder ante lo que ella considera un error, ,una equivocación, una transgre– sión. No digo que no hubiera exceso por parte de los dos bandos, cosa inevitable en el ardor de la lucha, peso sí que el comportamiento de la inmensa 122

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