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que nadie podía escribirlos y entregarlos a la santa curiosidad de la posteridad. Mientras vivió Francis– co fue su amanuense cuidadoso y diligente; muerto aquél sería su historiador, quizás sin pretenderla. Los historiadores posteriores buscarían con diligen– cia suma sus escritos a fin de servirse de ellos al trazar científicamente la vida, obras y milagros del excelso F u n d a d o r d e 1o s M e n o r e s , Fran– cisco de Asís. Su. probada amistad le incitaba a ha– cerlo sin pérdida de tiempo. Los historiadores ad– mitirán con satisfacción el testimonio de este testigo de vista y que tan de cerca trató y conversó con Francisco, que fue ¡:¡u más cordial confidente de sus secretos y de las extraordinarias gracias que el Señor concedió al Santo como anticipo de lo muchísimo que le reservaba para después de su glorioso tránsito y sobre todo en el cielo. Las investigaciones descu– brirán las huellas de Fray León en muchos episodios de las F I o r e c i 11 a s , pues hay ciertos pormeno– res que únicamente la O v e j u e 1a d e D i o s , Fray León, podía conocer con tanta minuciosidad. Con semejante solicitud, dictada por la amistad, deseaba contribuir a grabar en la posteridad de las generacionese venideras la sublime imagen del Po– verello, tan parecida a la de Nuestro Señor Jesu– cristo, y así siguiesen influyendo en el mundo cris– tiano y encaminándolo a Cristo por el mismo sen– dero que él había seguido. La imagen señera de Francisco le haría revivir de continuo, dotándolo de una vida provechosísima de apóstol, aun después de muerto, si bien, repitámoslo muchas veces, el santo 112

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