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de amargura sobre el corazón destrozado de los hi– jos que presentían el pronto abandono del P a d r e a m a d o con delirio. Francisco estaba ciego, no go– zaba del consuelo de ver el rostro de sus hijos; quizás fuera una nueva gracia de Jesucristo evitán– dole así mayores sufrimientos. Alrededor del Santo enfermo, los hijos formábanle hermosa corona de afecto y cariño. El sol no debía ver la agonía últi– ma de su gran poeta y cantor; la luna le acompa– ñaría en su excelso v.uelo hacia lo infinito, a los brazos amorosísimos del Padre Celestial. El amigo había terminado la lectura del Evan– gelio según San Juan con aqu.el pasaje que comien– za con estas palabras: Antes del día festivo de la Pas– cua ... Porque ejemplo os he dado, para q)le como yo hice con vosotros, así también vosotros lo hagáis ... Lo había sido durante toda su vida; quería serlo de la misma manera en la hora de la muerte. Des– pedida di~a de un santo, de un P a d r e que de– jaba muchos hijos en la tierra, comprometidos a seguir sus huellas para llegar a Cristo. El eco se ha llevado las últimas palabras del Hermano lector. A sí también v o so t ros lo hagáis. Cerca de la cabecera del enfermo agonizante, conteniendo a duras penas los golpes continuados de la tristeza y de la amargura, queriendo reventar en copioso llanto los ojos y partirse el corazón, estaban los tiernos amigos de toda la vida, que siempre ha- 105

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