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como morada y habitación de los que en verdad te han de conocer y darán gloria a tu santo nombre y esparcirán olor de buena fama, de santa vida, de pura doctrina y perfección evangélica a todo el pue– blo cristiano. Ruégote Señor Jesucristo, padre de misericordias, que no mires nuestra ingratitud, mas acuérdate siempre de la piedad abundantísima que sobre ella has derramado, para que siempre sea lu– gar y morada de los que te conozcan de veras y glorifiquen tu nombre bendito y gloriosísimo por fos siglos de los siglos. A m é n . » Concluida su oración en favor de la ciudad amada, trazó sobre ella una cruz de bendición. La ciudad de Asís no se dio cuenta de aquella muestra de cariño sobrenatural que le daba el más santo e ilustre de sus hijos. Con aquella bendición sobre ella habrían de llover en tiempos venideros torren– tes de gracias celestiales y de alabanzas de los hom– bres. Las palabras de los santos llevan un sello de inmortalidad, al igual que sus obras; pasó rozándo– las el soplo de lo eterno, la sonrisa de Dios, y las h.izo inmortales. ECLIPSE DE LA YIDA ADMIRABLE DEL SANTO Caía la tarde, tarde otoñal, tarde fría, tarde de llanto; tarde del 3 de oct:ubre. En su pobrísimo ca– mastro, verdadero instrumento de mortificación y no de alivio para el pobre enfermo, estaba Francisco recibiendo los últimos cariños de Ja enfermedad te– uiblemente dolorosa. La muerte extendía .un velo 104

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