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valor incalculable, en lo venidero habría de recor– darle durante su vida al pacientísimo Cristo del Calvario y al Cristo del Alvema. U.na escuela con dos Maestros, el M a e s t r o D i v i n o por dere– cho inalienable, Cristo Jesús, modelo de todos los predestinados, y el maestro humano por su fiel imi– tación, Francisco de Asís, que con su poderoso ejemplo anima a sus hijos y a todos los cristianos en general a seguir sus huellas para llegar a Cristo crucificado en el Calvario por todos los hombres. DESPEDIDA DE ASÍS Francisco sabía por revelación que moriría pron– to y suplicó a sus hijos con grandes instancias que lo trasladasen a Santa María de los Angeles. De– seaba morir allí donde había dado comienzo a su vida religiosa. Los Hermanos lo trasladaron con todo cuidado y grandes precauciones. El Hermano León no se separaba de él un instante. La comi– tiva caminaba silenciosa; los labios callaban, sola– mente hablaban los ojos dejando caer no pocas lágrimas. Todos presentían haber llegado la hora de la partida del P a d r e a m a d o de este mundo al otro; ,una aureola de luz celestial lo rodeaba y hacía presentir las alegrías y luces brillantes de la patria bienaventurada. Esa y no ,otra era su patria celeste, amada y deseada con delirio; Francisco era santo y, por lo mismo, era patriota. Amaba a su ciudad como sa– ben amar los santos, agradecíale los favores que de 102

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