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La amistad no se daba por vencida, no se entre– gaba; la esperanza solamente con la muerte se pier– ile. Caían algunas hojas de tan brillante flor, pero , 1 uedaba el tallo rico y fecundo. El viento de las contradicciones habría de prestarle ¡nueva lozanía y nuevos y apasionados frutos. La defensa del Padre amado y sus santos ideales, le prestarían nuevos en– cantos y extraordinaria belleza. El amigo celaría la honra del amigo y la integridad de su obra. RECUERDO Y DADIVA PRECIOSA La amistad, cierto, no necesita de regalos para recordar al amigo ausente o para siempre desapare– cido del mundo de los vivientes, pero los agradece y conserva con culto sagrado y perenne. Fray León quería un recuerdo de su amigo; trabajo le costó manifestárselo. Triunfó ]a amistad sobre la cobardía, sobre sus deseos ocultos o encogimiento, y mani– festó al Santo lo que ardientemente deseaba; sus deseos fueron ampliamente complacidos. Francisco se halla descansando en el palacio del Obispo de Asís; Fray León le acompañaba. Apro– vechó la ocasión la O v e j u e 1a d e D i o s y pi– dió al Santo la túnica que vestía para después de su muerte. Francisco accedió al ruego de su amigo. Aquel hábito, adornado con la sangre de la llaga élel costado del santo, sería hermosísimo recuerdo del amigo y elocuente predicador de las extraordi– narias virtudes que desde su conversión a Dios había practicado. Aquella prenda pobre, pero de un 101

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