BCCCAP000000000000000000000176

por el dardo de crueles enfermedades. Su cuerpo de– bía asemejarse al cuerpo destrozado del A m a d o . Un himno inspirado por el dolor alegre, cual era el de Francisco, debía ser s,ublime, y el C á n t i c o d e l h e r m a no S o 1 quedó tan impregnado de lo sublime, de lo supraterreno, que a su autor ro– deaba amorosamente, que difícilmente, aun en su misma sencillez y monotonía, podrá ser superado. Ha llegado a nosotros con toda la belleza, fragancia, perfume y hermosura de que lo revistió su estigma– tizado autor allá en los albores del siglo XIII. Des– conocemos la melodía que a su letra acompañó. Esto no importa. Pero conocemos el espíritu que en esas sencillas y, a la vez, bellísimas estrofas, palpita; es el espíritu del pobre Francisco, espíritu que n:novó la corrompida sociedad del sigle xi 11 y le imfundió la vida sobrenatural que se le escapaba a chorros por las heridas de sus vergonzosos vicios. Imitadora nuestra egoísta y materializada socie– dad de aquella otra sociedad, pero sin sus virtudes, podrida a pesar de su aparente vestimenta de oro, luz y brillantes; si nuestra sociedad ha de retomar a Cristo, aborreciendo denodadamente lo que con tanta pasión ama y adora, será impregnándose del espíritu cristiano y caballeresco de Francisco de Asís. No ha de servirse de las criaturas, generoso don del Creador, para s.u propia idolatría, sino para glorifi– car a su Padre celestial y a su Cristo. No hay otro camino. No existe otra medicina eficaz que pueda curar.nos. Cristo y su Evangelio. La Paz de Cristo en el reino de Cristo. 94

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz