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Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, con el cual alumbras la noche, y es bello y jocundo y robusto y fuerte. Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana ma– la cual nos sustenta y gobierna [dre tierra, y produce diversos frutos con coloridas flores y [hierbas. La inspiración más sobrehumana había movido los labios y abrasado su. santo corazón llagadn. Cuando sus labios enmudecieron y se hubieron ex– tinguido las últimas notas de s,u melodía quedó go– zoso, quieto y tranquilo. El volcán, después de unas horas o días de intensa actividad y de haber lan– zado montones y ríos de lava y columnas de humo acompañadas de gigantescas llamaradas, se calla, so– siega y durante su silencio e inactividad va acumu– lando nuevos combustibles candentes para luego, en parecidas ocasiones, volver a turbar la tranquila vida de los pueblos, villas y lugares que a sus faldas otra vez vivían confiados y laboriosos. Francisco había sentido el plectro de la inspira– ción que pulsaba las cuerdas delicadas de su alma enamorada. Escuchaba en todas la voz queda de su amado, C r i s t o C r u c i f i c a d o , y ambicionaba que todas las criaturas acompañasen, a su manera, el cántico divino del Amad o . Frnncisco había can– tado y había cantado mientras su pobrecillo cuerpo se debatía e,n la agonía de un dolor terrible, inmenso. Su alma padecía martirio contemplando la pasión del A m a d o , y su cuerpo se estremecía punzado 93

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