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madre, queriendo aliviar los dolores de su amado Padre. Con marcada complacencia los biógrafos del San– to de Asís hacen notar que los Frailes y muchos amigos seglares le prodigaban cuidados compasivos y le suplicaban se pusiese en manos de los médicos. Pero a Francisco, que ya vivía la vida de los bien– aventurados, ¿qué le podía importar la vida corpo– ral? Muy pronto se derr,umbaría con suavidad aque– lla frágil pared que del palacio del A m a d o lo separaba. La amistad de Fray León mereció mención es– pecialísima; sus cuidados, por lo visto, se multipli– caban y adquirían la solicitud de ;una madre. «El fraile íntimo que cuidaba de la limpieza de sus ropas interiores veía con frecuencia la túnica y los femo– rales tintos en sangre». Es verdad. Los secretos del rey sólo el amigo, entre los amigos, la O v e j ,u e 1a d e D i o s , po– día conocerlos. Colmaba los deseos de una amistad tan íntimamente sentida. CONSUELA A LA HERMANA CLARA Francisco amaba ternísimamente en Cristo a la Hermana Clara. Por su predicación y consejos se había consagrado al Esposo Celestial, renunciando a sus bienes, apellido y títulos de nobleza. Clara era 1a primera y bellísima flor femenina del Jardín Mi– norítico; Como Francisco, Clara celaba con noble entereza el honor de la D a m a Pobre z a . Fran- 88

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