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KA J.:su 3i De pronto rompe el silencio de la calle en sombras el estruendo de una descarga de fusilería: luego. . . aulli– dos, tumulto, y trotar furioso de caballos. Son los comu– nistas. Amparados en las sombras han asaltado el pueblo. Momentos después una turba de facinerosos penetra en la Misión Católica. Todo es saqueado: habitación de los Misioneros, establo, cocina, despensa, habitaciones de los catequistas, Iglesia y Sacristía. Lo que no les sirve lo rompen a culatazos. Los Misioneros, maniatados, son conducidos triunfal– mente a la montaña. Los comunistas están locos de con– tentos. Esta vez el golpe ha dado un magnífico resultado. Como los comunistas estaban faltos de dinero y material sanitario propusieron a los Misioneros que dejarían a dos libres, si les daban palabra de mandarles lo que ellos pi– diesen; y previa palabra de honor de que serían satisfe– chos sus deseos, volvieron a la Misión el P. Bartolomé y el Hno. Fr. Isidro, quedando con los comunistas el P. Fer– nando que respondía de la fidelidad de sus compañeros. Prometieron dejarle en libertad una vez que recibiesen el rescate exigido. La impresión causada por esta noticia entre los Mi– sioneros es indescriptible. Todos nos impusimos grandes sacrificios para conseguir la libertad del cautivo. Se man– dó la primera suma exigida; mas los Rojos, en lugar de darle la libertad, formularon nuevas peticiones de medi– cinas, armas y dinero. Y ... el cautivo seguía en su cauti– vidad, .a pesar de que mandamos la segunda cantidad exi– gida . .. ¡Pobre Misión! ... El P. Dima les echó en cara la falta de cumplimiento de su palabra; y ellos, por toda respuesta, le presentaron para que firmase una nueva serie de objetos y una gran suma de dinero, más gravosa aun que las anteriormente satisfechas. El P. Fernando se daba perfecta cuenta del estado

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