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VII EL HAMBRE N os hallamos en el año 1929, año fatídico para el Norte y Noroeste de China, y muy particularmente para la Provincia del Kansu. La falta absoluta de lluvia durante un año, fué causa de la pérdida absoluta de dos cosechas. El hambre, con su terrible cortejo de bandidaje y epidemia, se cebó en la población kansuana con terrible crudeza. En una de sus cartas escribía el P. Gregario de Al– daba: "El hambre es espantosa, cual nunca me hubiera imaginado si no lo hubiera visto. En las ciudades son muchas las personas que diariamente mueren de hambre: a mí me ha tocado ver muchas personas muriendo de hambre en medio de las calles o en las afueras de la ciu– dad. Los perros están rabiosos de hambre, tanto que, se– gún dicen, han llegado a morder a personas que estaban durmiendo. Lo que sabemos de cierto es que los lobos hambrientos bajan a los poblados y han devorado varios niños. En Lung-nan (parte sur del Vicariato) se ha des– arrollado una terrible epidemia de tifus exantematico, que hasta ahora les ha arrebatado a los Padres Capuchi– nos alemanes tres Padres, un Hermano lego, dos Reli– giosas y la señora del médico, Dr. Drexler.

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