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V LOS CAPUCHINOS ESPAÑOLES C IERTO día recibió Mons. Walleser una carta de Navarra. Firmaba el R. P. Vicente de Larrasoaña, antiguo mi– sionero, como él, de Carolinas. La carta explicaba al Vi– cario Apostólico cómo una monjita de clausura se había encargado de encomendar en sus oraciones al Vicario Apostólico y a la Misión de Tsinchow. Mons. Walleser, hombre de Dios, apreció en su valor la santa intención de la monjita; y así lo hizo constar, agradecido, al P. Larrasoaña en la carta contestación a la suya. En la misma carta, dejaba caer como al descuido, unas palabras de mucho mayor alcance. ¿No querrían los Capuchinos de Navarra-Cantabria-Aragón juntar su tra– bajo, en China, al de sus hermanos alemanes agobiados?... El P. Larrasoaña presentó la carta al P. Provincial, y éste a la Definición en su primera reunión. No cayó en saco roto la proposición de Mons. Walleser. Ya de años atrás, desde que nuestros hermanos tuvie– ron que abandonar la Misión de Carolinas-Palaos, se de– jaba sentir el deseo de hacernos cargo de una Misión en– tre infieles, distinta de las Misiones que ya atendíamos en Guam y Filipinas, además del brillantísimo Aposto– lado que los Padres de la Provincia ejercían en las Re– públicas de Chile y Argentina. Ultimamente, esta tenden– cia apuntaba francamente hacia China. Las palabras de

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