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II C.AR.ACTER Y RELIGIONES L os kansuanos, hemos dicho, rno pertenecen racialmen– te, en su mayoría, al grupo chino puro. Por la cul– tura, en cambio, se identifican en absoluto con el pueblo chino. Más aún: en la progresiva invasión de China por la civilización europea, se ha convertido el Kansu en uno de los reductos custodios de los antiguos usos tradicio– nales. El kansuano es de natural bondadoso, pacífico y sobre todo de una extraordinaria calma. Su casita o su cueva, algunos campos escrupulosamente trabajados, unos ani– males y los asuntos de su extensísima parentela; éste es el mundo en que vive; fuera de este pequeño mundo doméstico, apenas hay nada que le preocupe. Hospitalario y minuciosísimo en la cortesía, como buen chino, cultiva asiduamente sus relaciones con el mismo cariño minucioso que pone en su cuadro de hor– talizas: para él, el trato social atento o descuidado es el índice de la cultura o incivilidad de sus huéspedes. Las calamidades públicas, sequía, hambre, ladrones, tan frecuentes, han trabajado el carácter de este pueblo, comunicándole cierta fortaleza natural para soportar con estoica paciencia las desgracias, a la vez que lucha, siem– pre sin prisas, para superarlas. Es característico el respeto a los ancianos: un ancia-

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