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10 P. GULI!?A el llamarse "Señores de la tierra amarilla", símbolo de toda la tierra digna del pueblo chino, La peculiar formación geológica del país da origen a curiosísimos fenómenos de erosión: desfiladeros, profun– dos barrancos cortí:ldos a pico, caprichos maravillosos mo– delados en arcilla, y un suelo en el que sería imposible hallar la menor piedrecita. El Hoanghuo o Río Amarillo colora sus aguas en los loess de la región Oeste del Kansu; el resto del territorio es regado por sus afluentes el W eihuo, el Kinghuo y el Malinhuo, amarillos también. La población del Kansu corresponde a la zona de mezcla de las tres grandes variedades del grupo mongó– lico. Predominan, con todo, los chinos puros al Este y Sur; los chinos mezclados con mongoles puros, al Norte, y los dal-dos, variedad tibetana, al Oeste. Hay también grandes grupos de inmigrados del Turkestán, mahometanos sin excepción, que evitan cuidadosamente toda mezcla racial con los chinos. La mayoría de los kansuanos se dedica a la agricul– tura; la fina tierra amarilla, de una fecundidad pasmosa, se presta dócil a la labor del campesino y en algunos si– tios llega a rendir hasta dos cosechas de cereales, sin exi– gir otro abono que la lluvia suficiente. Pero los años bue– nos son los menos: el clima no acompaña a la fertilidad del suelo. Unicamente las estaciones medias, otoño y pri– mavera, permiten el trabajo metódico del campo. Duran– te el invierno, crudísimo y seco, el termómetro llega a 25 y más grados bajo cero; los ríos se hielan, y las gen– tes, embutidas en gruesos trajes, acolchados con algodón, permanecen encerradas en sus cuevas al abrigo del viento inclemente del Norte. La sequía es el más temible enemigo del labrador kansuano. Un verano, la estación de las lluvias, sin aguas, es el prólogo de la tremenda caravana de calamidades,
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