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Y ¡Ella! la hermosa y cándida Paloma de música y aroma hiende la nube que a sus pies se riza: y el sol parece, si a su lado pasa, cual mortecina brasa perdida humilde en lecho de ceniza. Abrese el l'ielo en vivos resplandores bañando en su5 fulgores al triunfante cortejo de la gloria. que va rompiendo sobre mil querubes las etéreas nubes, que acarician, pasando, su vidoria. i Oh, dulce madre! ¿,Huyes ele este suelo, y en hondo, amargo duelo nos abandonas a sentidas quejas? ¡¡No ves, al irte al celestial asiento, en nuestro abatimiento ¡ cuán pobres y cuán ciegos j ay! nos de,ia1, ¿No ves sumido en angustioso anhelo este ¡ay! manojuPlo de tu cariño, Madre de mi vida? ¡ Quedo en la tierra a mi pobreza unido, huérfano desvalido triste llorando tu final partida ! Si yo pudiera al menos, ¡ Oh María! lanzar el arpa mía sobre el tropel de santos r¡uerubines. 28 -
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