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Que resuenan del alma en el oído, En cambiantes sonoras, Del cristiano que vive en el olvido Llegan a herir el corazón dormido. ¡ Oh dulces cantos que el amor inspira! A sus ,;agrados ecos El escuadrón angélico triunfante Las cuerdas mueve de su dulce lira, Y bravo y re»onante, De amor ardiendo en la celeste pira, Desborda por las fúlgidas mansiones Grata explosión de -voces y ca11ciones. Al gran compás del himno cadencioso Da saltos de contento La Hija de Sión alborozada, Al wr del mo11umento La grave losa helada Vacía ya, y en alto levantada. Salud y triunfo, vítores, trofeos, Al Capitán que despojó a la muerte, Y fiel a sus deseos Tomando el cuerpo inerte, Del sepulcro lo alzó glorioso y fuerte! ¡ Día ele bendieión y de esperanza ! ¡ Cristo reina ! Vrnció Cri:;;to la muerte ! Ante cuyo clc:;;tello en lontananza Presiento ya mi postrimera suerte. El eorazón al término no aleanza De la tlieba sin fin que allí 1r ,,, nC'l'a: Mas clavaclos los ojos c1r w anfir~o En el ser<'lío eielo, J/58 ·-

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