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El i::lanto Pohrecillo enajenado oye al ave, y contempla formarse en la montaña como un órgano que en árboles y rocas ~- cavernas resurna con sabrosa melodía y honda magn ifieencia. -Mm,iqnito lkl bosque, lwrmano mío, tu alabas al SPñor, y al monte prestas tu garganta sonora, le cla8 vicla y ufano gallardras cantúnclole tus nidos, tus amores, de tu canción las raras exceleneias. Bien haces, ruiseñor; el alto ciclo, que sembró de colores mil la tierra, puso en tí del sonido los matices, con que el artista sueüa. ·vierte, pues, generm;o ele tu seno en mágica paleta los múltiples colores de la gama, que llenen de rumor la muda selva, prorrumpiendo en sonoras armonías del hondo vallP a la eneumhrada sierra. Y todo sea un himno cadencioso del supremo IIaeedor a la belleza en eon:c.oreio triunfal rimando juntos del sonido y la luz la estrofa eterna. j Alahad al Seiíor en la enramada, ave<'illas parleras; efurnlid vuestra luz, astros del l'ielo, en la noc•he ¡.;erena ! Bl Hermano León al dulce ael'nto doblando la eabeza - 13 -
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