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de la selva prendiendo en la espesura, avanzara en el viento mugidora volando asoladora del hondo valle a la enriscada altura. Así el rumor creciendo de la plebe, qur grita y pide aleve la pronta ejecución ele los dos reos, asciende a oídos del cruel tirano, que decide inhumano satisfacer clf•l pueblo los deseos. El verdugo a su voz con nula planta sañudo se adelanta, y ase feroz de un santo Misionero; al que, arrastrando por la ardiente arena, echa gruesa cadena, del suplicio mostrándole el madero. En tanto otro sayón eon iranrnclo rostro rng-e al seg-undo, amárrale feroz con duros lazos; y arrojándole a bruscos empellonrs deja hecho mil girones el monacal vestido entre sus brazos. La hora sonó del último suplicio: el cruento sacrifü·io va a comenzar de los sagrados reos, que a Cristo ofrecen, luz de sus arnon~s, las penas, los rigores, del r•orazón los íntimos deseos. 112 -