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guna que otra vez, rápidamente pasaba por la ciudad de Pontevedra, con la comprensible satisfacción para él, para sus amigos de antaf\.o y, especialmente, para su madre y hermanos. Pero el padre Fernando aprovechaba estos viajes a la Patria, sobre todo, para alimentar a su alma con el retiro y el recogimiento, acogiéndose a la soledad que le brindaba el convento de Montehano, sentado en las rocas del mar cantábrico, en la provincia de Santander. «Este convento de Mon– tehano-escribe a su madre y hermanos. el 25 de junio de 1910--es delicioso: -está muy retirado, y no se oye más que el ruido de las olas al batir los muros del convento. Está situado en las márgenes de la pequeña bahia de Santofl.a, y desde nuestra huerta se ven san– toña, Laredo y otros varios pueblecitos.» El dia 6 de julio del citado año llegó a iPontevedra para pasar unos dias en el seno de la fa– milia. El cHma no muy saludable de Roma, el intenso trabajo y la vida austera y mortificada del padre Fernando, minaron su salud, presen– tándo síntomas alarmantes a principios de enero del año 1917, según él lo comunica a su hermano Mariano, pero con una resignación y una quietud de espíritu propia de almas santas. «Como podrían llegar a vosotros-le escribe-noticias. por otro conducto más o me– nos alarmantes respecto a mi salud, me apresuro a escribirte para prevenirte que no hay motivo para tanto. Yo que soy el interesado estoy muy tranquilo y contento, y no es razonable que vosotros os impresionéis más que yo. Es verdad que he echado un poco de sangre por la boca, pero el análisis de los esputos, según me han dicho, no ha revelado la existencia de tuberculosis; y bien sabido es que la hemotisis puede obedecer a causas muy diversas'- Varios conozco yo que de~pués de haber echado bastante sangre por la boca, han que– dado acaso más fuertes que antes. Pero, aún poniéndonos en el peor de los casos. me hallo, por la misericordia del Señor, en tal es– tado de ánimo que ni la enfermedad ni la muerte misma me daria pena.» (8 de enero de 1917.) Sin embarg.o, el 27 de junio lo encontramos ya en Madrid, a causa de la enfermedad pulmonar; y, por consejo de dos eminentes médicos, antiguos amigos suyos de Universidad, fué trasladado al convento de El Pardo, y desde allí, a primeros de agosto, al Real Sanatorio de Guadarrama, donde permanece hasta el mes de diciembre, en que se le permtte ir al convento de El Pardo con la orden de seguir allí el mismo sistema de curación y alimentos que en el sanatorio. El siervo de Dios permaneció en el convento de El Pardo hasta el mes de julio de 1922; pero no solamente en situación de enfermo convaleciente, sino que al propio tiempo que atendía a la recupera– ción de la salud, desempeñaba en el Seminario Seráfico de dicho 89
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