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su familia, o acaso porque sus aspiraciones, en medio del triunfo, fueron muy templadas. Pero, de plimera intención, ni siquiera le fué concedida dicha plaza, porque, aun ganada en tan bella lid, la politica caciquil entonces en aquella región imperante, exigía que antes se doblegara a cierto alto personaje liberal que osten taba prác– ticamente el mando en Santiago de Compostela. Pero ni. su padre, recto e inflexible caballero castellap.o, nt el siervo de Dios quisieron hipotecar su libertad, negándose a ingresar en una politica que con– t radecía ·sus ideas religiosas y los dictados de su conciencia. Por en– tonces no le concedieron la plaza solicitada y tan elegantemente ganada. Más tarde, cuando ya era inútjl, como adelante verá el lec– tor, se la otorgaron. III Apóstol segl(M.-Unas botetadas.-La Conferencia de San Vicente de Paúl.-El Círculo Católico.-Paladín de la verdad en la prensa. Cualquier persona que hubiera conocido sólo superficialmente al siervo de Dios, vestido el hábito religioso, jamás hubiera sospechado que el padre Fernando había sido un gran apóstol de la religión y de la caridad, ya de estucUante, ya de abogado, como efectivamente lo fué. Jovencito aún, pertenecía a casi todas las asociaciones pia– dosas, en las que trabajaba con mucho celo y siempre con cargos en las directivas, que él desempeñaba con capacidad y perseveran– cia, especialmente terminados los estudios de bachillerato y leyes. Asimismo ingresó en la Venerable Orden Tercera de San Franctsco. Se celebraba en cierta ocasión solemnisima novena en honor de la Inmaculada en la parroquia de Santa María, de Pontevedra, por cierto muy concurrida. Algunos mozalbetes de la calle se permitie– ron el lujo irreverente de repartir, frente a las puertas del templo, hojas injuriosas para la Madre de Dios y Reina de la Pureza. Jóvenes católicos se acordaron indudablemente en aquella ocasión del lance del hum1ldisimo y manso Maestro ocurrido en el templo de Jerusa– lén, cuando lleno de divina ira volvió por el honor de la Casa de su Padre, convertida en cueva de ladrones, cuando debería ser Casa de alabanza y de oración. Por eso, ellos se opusieron al reparto de aquella"', hojas, llegando a las manos los dos grupos, católicos y libre– pensadores, tocándole a Fernando enfrentarse con el que capit_anea– ba este grupo. La obra predilecta de Fernando fué la Conferencia de San Vi- 78

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