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cina para ver si habían logrado salir los padres Daniel y Lucas y fray Lázaro; debía estar intervenido, pues no respondieron. En viSta de lo cual, va personalmente, saliendo por la puerta trasera, y entró por una puertecita que daba a nuestra huerta. r.nmediatamente vuel– ve a decimos que habían salido ya. Pero al esperarle el padre guar– dián a la puerta trasera del convento. ve éste con horror que a muy pocos metros, detrás de él, vienen los rojos apuntándole. Entra, por fin, y bajamos donde los demás, horrorizados. Si en vez de volver (el padre Berardo) a avisarnos, logra él salir de la panadería, peli– grosisima era la casa que había elegido, pero tal vez se hubiera salvado. ¡Que Dios le tenga en cuenta la caridad que hizo! »En este momento crítico, los padres vicario, Ildefonso y guardián grttábamos con todas las fuerzas de nuestros pulmones: e Gente de paz, gente de paz. Que somos unos pobres relig~osos.» Los esconcha– dos de la cerca de la fachada prtncipal del convento y las incrusta– ciones de madera en el marco de la puerta trasera, donde están las visagras actuales, son huellas de los horrores que allí sucedieron.» (Padre Hontoria.) VIII El padre Berardo, detenido.-En la Comisaria.- Encar– celado en la Residencia de los padres Jesuitas.-En la parroquia de San José.- Martirizado.-Proceso de bea- tifi cación. El padre Berardo, según ya he consignado, formaba parte de la comunidad del convento de Gijón. Por eso, en cuanto a detención, encarcelamiento, traslado de lugares de cárcel y muerte, vale para él cuanto hemos escrito sobre el padre Arcángel de Valdavida, ya que ambos corrieron la miSma suerte. Juntos fueron detenidos y lle– vados a la Comisaría; juntos fueron trasladados a la Residencia de los Jesuitas y desde ella a la parroquia de San José, y luego con– ducidos al cementerto de Jove, para alli ser también juntos marti– rizados con otros religiosos Capuchinos, de quienes hemos de ocu– pamos en sucesivas páginas. Que el padre Berardo fué detentdo y conducido a la Comisaría lo afirma el padre guardián cuando dice: «Por el portón de la huer– ta de adela.nte... fueron conducidos los padres vicario (Berardo), Arcángel, Ildefonso y fray Eusebio.» Del encarcelamiento del padre Berardo tenemos testimonios ve– rídicos de testigos que vivieron con él durante ese tiempo de amar- 72
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