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V consejero prudente. -Era un santo.- Director de sus . hermanos. «Yo con.cebí la idea de que el padre Berardo era un santo reli– gioso; no me engaña al' afirmarlo el cariño que naturalme.nte debía t.enerle por ser mi tío. Me pareció siempre muy humUde, y me consta que mi padre le tenia verdadera veneración, hasta tal punto que nada resolvía ni nada hacía sin antes consultarle. En el tes– tamento que hizo mi padre, la primera obligación que nos impuso fué la de recoger y cuidar a nuestro tío Berardo, por si alguna cir– cunstancia le obligaba a salir del convento. )Cuando venía alguna vez a casa, colacaba en fila a sobr~os y sobrinas, se fijaba en su configuración, y decía: «Todos sirven.» Luego, a cada uno preguntaba por su vocación. La mayor de las sobrinas le dijo que no tenía vocación para religiosa; las otras cua– tro manifestaron que querían ser monjas; el sobrino, que quería ser sacerdote secular. Entonces animó él a todos y procuró orientar y facilitar la entrada en religión a las sobrinas y el ingreso en el seminario al sobrino; todos realizaron su santa vocación. Del so– brino fué padrino cuando cantó la primera misa. )Mi padre se propuso hacer capilla pública en casa. Consultó el caso al padre Berardo y éste le an.imó a que la hlciera, y entró en devoto desafío a ver quién hacia primero, s1 mi tío la iglesia de los Capuchinos de La Corufia, o mi padre la c~pilla. ¡El pobre! No pudo ver terminada la capilla, por haberle asesinado los rojos en la ciu– dad de Gijón. La primera misa que se celebró en la cap1lla fué un funeral por el eterno descanso de su alma.» ( Adelaida Fmde NistaL.) «Varias veces vino a casa a visitar a la familia, y mi hermano Victoriano en todo le consultaba. La primera vez que vino a Visan– toña trajo de Roma, para la parroquia, reliquias de santos, para que así tuviera €Ste gran recuerdo todo el pueblo. En esta ocasión pre– dicó a los fieles, y fué tal la emoción de las gentes, que todos le besaron los pies, aunque contra su voluntad. Mi hermano V~ctoriano y yo nos confeEábamos con él. La primera vez me dijo: e Espera, que voy a llamarte otro sacerdote.» Pero yo le hice sentarse en el confesonario, y después. siempr·e que tuve ocasión, con él me con– fesé.'> (María Frades Eiras.) 69

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