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«ViSité repetidamente el cementerio de Jove; sobre la tumba de los asesinados había tres tablillas referentes a nuestros hermanos, .que decían: número 69, Luis, Capuchino; número 71, Segundo Pérez (éSte era el nombre del padre Ildefonso); número 76, Capuchino. :&El enterrador de Jove me dijo que no era posible identificarlos, .como respondia a los familiares de los muertos. Le repuse que te– n iendo tres de ellos tablillas, podría hacerse con más facilidad. A est~ contestó que las tablillas no indicaban que los cadáveres correspon– dientes estuvieran debajo de ellas; se habían enterrado los muer– tos, y despuéS de estar la fosa llena se fueron colocando las tablillas. según la identíficación que se había hecho antes. Como en otra de las viSitas frecuentes que hacía al cementerio viese la tierra remo– vida como de haber exhumado algún cadáver, pregunté por lo que .allí se había hecho. Me dijeron que se había tratado de identificar a ..alguno, y que al no ser posible, por no encontrar máS que huesos, tuvieron que volver a enterrarlos. Tanto era esto al parecer así, que .oí comentar que si una señora había mandado recoger el (cadáver) del marido difunto; que le metieron en la caja un cadáver que lo mismo podía ser el de su marido como el de un sacerdote o de un religioso. . "A pesar de todo yo quise cerciorarme personalmente de todas estas düicultades que decían, y lo logré. Don Fructuoso Angel Me– néndez, brigada de la Guardia Civil, y su esposa, Cirila Sedano Martín, enterados de mis deseos de identificar a los Capuchinos, y en circunstancias ellos análogas a las nuestras, me comunican que uno que sirvió de camillero para enterrar a los asesinados les ha dicho en qué parte de la fosa común tienen ellos a su tío, don Honorato Moncalvillo, sacerdote-maestro de las Escuelas del Ave Maria, natu– ral de la provincia de Palencia, maestro de una fundactón de junto a Grado y hermano de una religiosa Franciscana de Calabazanos, de Palencia. "Efectivamente, el 29 de mayo de 1938 fui con dichos señores al cementerio de Jove. El sacerdote había salido (de la fosa) en los puros huesos. Entonces perdí ya toda esperanza de identificar a los Capuchinos. Los sobrinos identificaron al tio, después de la decla– ración del camillero de que en aquel sitio le había colocado él, por una dentadura que tenia de oro y un trocito de faja muy conocido de la sobrina, que se había conservado debajo del cuerpo. Todo lo demás, el fuego y la cal lo tenían reducido a ceniZa. Que los habían echado cal, ya lo había comprobado yo; lo que no sabia hasta entonces, y .era lo que me hizo perder toda esperanza, es que los habían rociado de gasolina y prendido fuego. Esta rara identifica– ción la tiene la familia por milagrosa. La religiosa de Calabazanos 61
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