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gado con motivo del levantamiento de cadáveres en esta villa, du– rante la pasada Guerra de Liberación, obran en la dilig.encia de– fecha 14 de agosto de 1936 los asientos siguientes: «PADRE SUPE– RIOR DEL OONVEN'IYO DE CAíPUiCHINOS.» Henda :por arma de fuego en la región temporal izquierda, con salida por la parte dere– cha, y una perdigonada en el antebrazo derecho. Muerte por hemo– rragia cerebral. Angel de la Red Pér~.» El error accidental consiste en que el documento oficial llama al padre Arcángel Superior de los Capuchinos. Pero este error fué' ampliamente subsanado ante el mismo Juzgado por el que era su– perior antes y después del Movimiento. Se pone, además, al' final del documento el nombre seglar del padre Arcángel: <<Ang.el de la Red Pérez.» Por lo que se refiere al testimonio del Superior, dice lo que ·stgue: «Tocante al padre Arcángel, conocidísimo en G!jón por dirigir mu– chas almas, se corrió el rumor de que, so pretexto de estar enfermo, había logrado salir de la cárcel antes de los asesinatos por influen– cia de una señora. Mandé hacer algunas averiguaciones, que no dieron resultado. En <eambio, se sabe ciertamente que fué aseSiinadQ; el 14 de agosto de 1936. De él recogí en el Juzgado varios objetos: un pañuelo con sus ini:cial.es , una medalla de la Virgen de Yecla, Patrona de su pueblo o de su región; un rosario de mano, que lleva dentro del crucifijo-estuche un poco de tela del manteo de don Ra– món Cosío, párroco de la Corte de Oviedo, asesinado en la revolución de octubre, al tenerme a mí predicando; la reliquia se la había regalado doña Soledad Peláez, viuda de Larrauri, que la reconoció. También le recogieron un duro en plata. »A poco de entrar en Gijón fui al Juzgado a enterarme de los Capuchinos inscritos en el Registro de defunciones. Allí aparecen sólo tres: uno medio canoso, otro como de cincuenta y tantos años. y otro, el Superior. Las identificaciones fueron hechas por los mé– dicos, como también fueron hechas fotos de los cadáveres, que después los rojos las hicieron desaparacer. Los médicos no tuvieron la precaución de reservarse u ocultar los negativos. Al replicar yo al juez u oficial del Juzg.ado que el Superior no podía ser, dió un puñe– tazo en la mesa protestando y diciendo: «¿Cómo no va a ser el su– perior si lo dice este libro?» <<No se ponga así-le dije-: no puede ser el Supe1ior, porque el Superior era yo.» (Padre Hontoria.) El cadáver del siervo de Dios padre Arcángel, lo mismo que los de sus compañeros de martirio, fueron primeramente rociados de gasolina, luego entregados a las llamas y, por último, envueltos en cal, sepÚltados en dos grandes fosas comunes, junto al lugar dei fusilamiento. 60
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