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rado los civiles desde el convento contra las turbas revolucionarias. Inmediatamente e~ezaron a arreglarse y vestirse de seglares, y to– dos bajaron al sótano del convento, en donde se prepararon para morir por Dios y por su condición de religiosos indefensos. Cuando se rindió la Guardia CivU empezaron los del Frente Po– pular a arrojar bombas contra las puertas y ventanas de la Resi– dencia, haciéndolas añicos. Suben entonces del sótano dos religiosos y gritan cuanto pueden que son gente de paz; que alli no hay armas; que digan lo que desean. «Abran», responden desde fuera. «<nmedia– tamente empiezan a tirarnos bombas de mano, cartuchos de dina– mita, cuyas próximas y horripilantes explostones a uno y otro lado del sótano hacen trizas las ventanas y vuelan la puerta que da acceso al patio posterior del ·convento, cayendo sobre nosotros una lluvia de metralla, cristales y astillas. Aquello era espeluznante, pavoroso, indescriptible. No dudamos ser aquella nuestra última hora. El pa– dre guardián propuso rezar el rosario todos juntos; pero era tan grande la angustia, que casi impedía a algunos hablar, y se convino en rezar y encomendarnos a D!os separadamente. Nos absolvimos, y sobre el .traje de seglar nos pusimos apresuradamente el santo há– bito para morir con él despedazados y deshechos por las bombas.~ (Padre Manuel de Hontoria, Superior del convento.) IX El pf!dre Arcángel, detenido y conducido a la Comisaria. Encarcelado en la Residencia de los padres Jesuitas. A la iglesia parroquial 1 de San José. En manos de los milicianos salteadores los religiosos, «por el portón de la huerta de adelante, que daba entonces a la calle de Alcalá Zamora, prolongación de la de Ramón y Caja!, y según me contaron (de esto ya no soy testigo ocular), a lo largo de la del Marqués de Casa Valdés, fueron conducidos camino de la Comisaría, entre insultos del i)opulacho, los padres Vicario, Arcángel, Ildefonso y fray Eusebio... También dijeron que el duefio de un bar vecino añadía: «Matadlos aquí mismo; no los llevéis má9 adelante.~ No falta quien asegura que mujeres de iglesia coreaban las imprecacio– nes y los insultos~. (Padre Hontoria.) «El dia 21, en que sacaron los milicianos a los religiosos Capuchi– nos del convento de Gijón, vimos pasar por delante de nuestra casa al padre Arcángel preso, y, al parecer, iba rezando, pues movía los 53
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