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giosos que viv1an en casa se portaban como lo que eran; piadosos, rezando el Rosario con mi sefiora y cufiada. Estaban muy recogidos, :aunque el hermano Norberto salia con alguna frecuencia para visitar a los religiosos de su Orden. Eran servtciales y caritativos, brindán– dose Norberto incluso para ir a buscar provisiones, dada la escasez que padecíamos entonces.~ Se distinguieron además en el refugio por su discreción y pru– dencia, ya que recluidos en su habitación, en nada se entrometían que no les importaba. Tampoco fueron exigentes en ninguna cosa, .conformándose siempre con las escaseces y penalidades, sin mani– festar queja alguna o dar sefial de enfado o protesta la más insigni– ficante. En su habitación estaban recogidos, practicando sus de– vociones y rezos especiales, como ellos se lo manifestaron alguna vez a los duefios de la pensión, y éstos mismos pudteron observar. En la «Paula Cepeda~ fueron vtsitados por algunos otros religio– sos, especialmente padres, aprovechando entonces la ocasión de re– cibir el sacramento de la Penitencia, como lo hizo el hermano Nor– berto el día antes de su muerte. (Calixto Pacñeco Rey.) Y llegó el 21 de septiembre. «En esa fecha vinieron tres m111- cianos y una miliciana, todos armados, y ella vestida de mono, a re– gistrar la pensión. En el registro llevado a cabo por los milicianos, llegaron hasta la habitación donde estaban aquellos. Y aunque nos– otros no oímos lo que les preguntaron indudablemente manifestaron que eran del convento de El Pardo, pues con muy malos modos y pa– labras me preguntaron si yo no sabia que aquellos dos huéspedes ·eran religiosos. Yo les contesté que como a mi me habían presen– tado su documentación en regla, yo me había limttado a asentar en el libro de huéspedes sus nombres, y dar el correspondiente parte a la Dirección, sin preocuparme de más cosas, porque no me creía con derecho ni con obligación de hacerlo. ~Me preguntaron además que si yo recibiría de nuevo a estos sefiores, caso de que volvieran. A lo que yo respondí, que mi casa, como establecimiento al público, recibiría a cuantos se presentasen en regla... La miliciana aludida dijo groseramente, con palabras que no puedo transcribir, que ya le parecía a ella que aquello olía a in– cienso. Ellos entonces fueron detenidos, y se dejaron llevar tranqui– lamente, y trataron de tranquilizarnos a nosotros.~ (Calixto Pache– -co Rey.) 395
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