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capuchina para vivirla tal como es, sin dispensarse de ning,una de las mortificaciones prescrlpt~ para los profesos. supo especialmente ahondar en la virtud de la humildad, «llevando con gran altura de miras ciertos desprecios de que era objeto en alg.una que otra oca– .sión; como, por ejemplo, está ordenado que los donados, dentro del convento, pasen sus recreaciones solos o en compafíia del hermano profeso que lo.s instruye, especialmente en trabajos manuales. Pero en tiempo del siervo de Dios no había más donados que él en El .Pardo; y por eso iba alguna que otra vez con los profesos. Esta pe– queña explicable intromisión fué suf¡ciente para que alguno le ma– ni.festara que no podía estar allí con ellos. El humilde y resignado Norberto reaccionaba con la mayor mansedumbre, marchándose si– lencioso unas veces, y preguntando sencillamente otras que a dónde quería que fuera si no había más donados que él solo. (Julio Morales.) Era realmente p.iadoso, pues además de asistir a todos los actos devotos de la Comunidad, a la caída de la tarde se le veía siempre en la capilla con exquisita piedad y tierna devoción. IV Arrojado del convento.-En la pensión cPaula Cepeda-. . Detenido. Cuando el día 21 de julio del año 1936 los milicianos invadieron -el convento de El !Pardo, vivía en él, como donado perpetuo, el siervo de Dios hermano Norberto, y corrió la mtsma suerte que los reli– giosos, siendo echado del lugar santo, conducido al orfanato del pueblo, a los calabozos de los cuarteles de Transmisiones, y a la D!– rección General de Seguridad, en donde, al igual que los religiosos, fué puesto en libertad el día 25 de julio del mismo mes y año. ¿En dónde se refugió después de su liberación? Se sabe que es– tuvo en dos diferentes dom~cilios o pensiones; pero no he podido ave– riguar cuál fuera la primera. En cambio, existen datos concretos suministrados personalmente y consignados por escrito, del dueño de la pensión llamada «Paula de Cepeda». Según el dueño de la citada pensión lleg.ó a su casa el siervo de Dios acompafiado del hermano fray Crispin de Umieta, llamado en el siglo Claudia Alcain Beloqui, venerable anc1ano fallecido después de la guerra, de muerte natural, el dia 28 de agosto del 36, perma– neciendo en ella hasta el 21 de septiembre. «Aunque no recuerdo detalles concretos-dice en orden al com– portamiento de los dos huéspedes- , sí recuerdo que estos dos reli- 394

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