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de siempre, que era alto cargo del Banco, para ofrecerme una cre– dencial que acepté, atribuyéndoselo, sin duda alguna, al siervo de Dios... Por todo eso, estoy persuadida de que el siervo de Dios es un verdadero santo que ya goza del cielo, porque su intervenc~ón la noto constantemente en otras muchas ocasiones pequeñas de la vida que, aunque parecen pequeñas, no lo son, pues desde que el siervo de Dios ha muerto, a mí todo se me resuelve bien.) «Entonces oí decir a la famil1a donde yo estaba refugiado que un capitán les había dicho que en la fonda de San Antonio habían cogido y matado a un fraile del convento de Jesús, porque hablan sabido que con él se habian confesado algunos .politices... y dijeron que ese capitán había di·cho que habían tratado de sacarle los se– cretos de confesión ..., de suerte que si no hacía estas revelaciones le matarían, y si. las hacia lo liberaban, enviándole al extranjero. Esta familia me dijo que el capitán les había dicho que el siervo de Dios ni siquiera les había hecho caso, y que por eso había sido martirizado.» «En cuanto a la fama públi.ca de martirio, puedo decir que nació a raíz de conocerse los acontecimientos ... Lo que si puedo asegurar es que los asesinos todo lo hicieron por el único motivo de que sus víctimas eran religiosos; y esto lo aseguro con tanta firmeza porque está en el ánimo de todos.» «Siempre hemos creído que todos los que estábamos aquella noche en la pensión le debemos la vida al padre Andrés, porque si no le llevan a él, hubieran hecho un registro más general, y al encontrar a las religiosas, todos hubiéramos sido llevados al camión y a la. muerte, como el padre Andrés. Yo, dueño de la pensión, estuve des– pués también preso y sentenciado, y por un voto me salvé, atribuyendo esto a la protección del padre Andrés. Tengo que añadir que en di– ficultades y tribulaciones que hemos padecido, tomando la servilleta en la mano hemos pedido el remedio al padre Andrés y siempre lo hemos alcanzado.» «Inmenso es mi deseo de que le beatifiquen y juzgo que el lugar propio del padre Andrés, es el altar de la Inmaculada Concepción, al lado de la bondadosisima Madre ,a quien el padre Andrés tanto amó y enseñó a amar, como padre y director de almas. Tengo algu– nos pequeños objetos, como estampas, etc., dedicados por el padre Andrés, los conservo como verdaderas reliquias.» (Pilar Rodríguez de Arias.) Alguna que otra persona manifestó que el padre Andrés se con– quistó ciertas enemistades, por el cumplimiento exacto de sus deberes sacerdotales, e incluso que alguien ha:bia amenazado vengarse del padre, porque él no podia traicionar su conciencia ni dejar de cum- 40

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