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buscarle, volviendo Norberto otra vez al hogar paterno. Esta si– tuación, sin embargo, tenia que serie molesta y poco menos que in– soportable. Los trabajos agricolas no le eran fáciles por falta de costumbre. Mas, en un lugar tan reducido no descubria horizonte de mayores proporciones para su vida futura. Fué entonces cuando el Sefior le tendió misericordiosamente su mano paternal. Tenía Nor– berto un pariente Capuchino, el cual le suglrió que intentara entrar en la Oden, para lo que juzgara conveniente: sacerdote, hermano o donado perpetuo. El pobre joven vió los cielos abiertos; se puso en comunicación con los Superiores, a quienes desde luego advirtió que de ninguna manera quería ordenarse, ni tampoco obligarse bajo voto· a profesar la Regla seráfica y los Cosejos Evongélicos, siendo así recibido como donado o terciario perpetuo, y destinado al convento. colegio de El Pardo. III En el convento de El Pardo.-Ejemplar y virtuo. Por el amo de 1930 vino al convento de El Pardo el que después de su ingreso y tomado el hábito de terciario perpetuo, se llamará hermano Norberto. Ya se encuentra plenamente ambientado. En el sagrado recinto, encuentra piedad, amabilidad, variedad de ocupa– ciones; porque a ratos y días trabaja algo en la huerta, coopera al cuidado de los animales domésticos que hay para el sostenimiento de los colegiales y de los reUgiosos, se ocupa en los quehaceres de los. alumnos y, en compafiía de fray Primitivo, viaja en la camioneta co– mo ayudante a Madrid. Su vida es recogida y simultáneamente dis– trida, muy beneficiosa contra la enfermedad de los escrúpulos y la neurastenia. La paz brilló espléndidamente en su espíritu, sirviendo al Sefior fiel y tranquilamente y prestando sencillos. pero muy úti– les servicios a la Comunidad. No habiendo entrado el hermano Norberto en la Orden como religioso, no tenía obligación de observar la Regla y demás leyes del sagrado Instituto. Sin embargo, siguiendo al parecer de un religioso que en El Pardo vivió con el siervo de Dios, ya en vida se le podía haber colocado en los altares, poque sin ser religioso, cumplía los deberes de los votos con tanta ejemplaridad como el primer reli– .g1oso; y, sobre todo, se distinguía en la obediencia, ya que todos mandaban en él, y él a todos se sometía con absoluto rendimiento. Fué asimismo sencillo, ingenuo y condescendiente con todos. Este buen hermano donado encajó plenamente en la austera vida 393

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