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había manifestado que en ella veía a su propia madre. Después, se– reno 'S con toda dignidad, salió delante de sus opresores, sufriendo una mani!lesta t ransformación en su Tostro que hizo exclamar a doñ.a Josefa: «¡Dios mío, qué cara de santo se le ha puesto!» En el portal estaban esperando las milicias que habían efectua– do el registro en la casa el día 20, y en manos de ellas cayó fray Saturnino; pero ahora ocurre preguntar: ¿Adónde le llevaron? Cier– tamente a la checa de Bellas Artes, donde confesó que era religtoso Capuc;hino del convento de Jesús; pero me inclino a creer que antes le llevaron a la checa establecida en la casa Calleja, Ronda de Va– lencia, por la razón que luego diré. El mismo día en que por la mañ.ana fué él detenido, a las tres o cuatro de la tarde detuvieron asimismo al hijo de la casa, el joven Francisco Avila, a quien lle– varon a la predicha checa de la Ronda de Valencia, y allí le dijeron : «Ya lo sabemos todo; el detenido en tu casa ha confesado en la «Checa» de Bellas Artes que es un hermano Capuchino de la ig~esia de Jesús, y, por cierto, que ·ha i mplorado no se os moleste, que;¡ vos– otros sois muy pobres y que la culpa es suya solamente.» Considero como probable que los milicianos llevaron primeramente a fray Sa– turnino a la checa de la Ronda de Valencia porque fueron ellos quienes dieron _la noticia de la confesión del siervo de Dios, mani– festando su condición de rel!gioso Capuchino de la iglesia de Jesús. (Francisco Avila.) Lo cierto es que estuvo detenido en la de Bellas Artes, y que allí confesó y fué condenado a muerte por el delito de ser religioso, si– guiéndos~ lueg.o el martirio. A las nueve de la noche del mismo día 25 se presentó en el domieilio de doñ.a Josefa el mil!ciano Julio, avisando al joven Francisco que no saliera de casa porque le com– prometía a él, y le manifestó veladamente el propósito de eliminarle también. Dicho sujeto dijo asimismo en su brevísima conversación que fray Saturntno había declarado con aplomo y valentía. Eran las ocho de la mañana del dia 26 cuando se presentó en el domicilio de doña Jos€fa un chófer que servía a las milicias, llamado Cánovas, el cual, con un canallesco refinamiento, refiriéndose a fray Saturnino dijo: «Esta madrugada se le ha dado el susto»; se ha portado muy entero, llevando debajo cosidas en la camiseta banderas fascistas, cosa que no era cierta, como asegura el joven Avila, ya que la camiseta se la puso la misma mañana de su deten– ción y no tenía tales emblemas. Lo seguro era que llevaba algunos escapulartos o estampas, lo cual dió rabia a los zafios asesinos com– pañeros de inquidad del chófer a su servicio. Consta, pues por este 385 25
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