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había alzado todavía la auténtica España contra el comunismo in– ternacional. iP.ero a los ·ciegos que no quieren ver, perdónalos, Señor, y haz que vean con su inteligencia como hiciste ver físicamente al ciego del Evang.elio. El 25 de marzo de ' 1936, también antes de alzarse los militares, señores lectores, escribió una bellisima carta a su hermana la «mon– jita,, sor Luisa Concepción, llena de fortaleza, que rezuma deseos de padecer por Jesucristo destierros y martirio, y anímala a ella a sufrir con valor las persecuciones. «En ese dichoso momento-la dice, y es el de la comunión-le pediré a Jesús, por mediación de nuestra dulcísima Madre, derrame sobre mi monjita raudales de bendiciones y celestial~s carisimas, y de una manera particular le rogaré para que a ti y a mí nos con– ceda la sin igual gracia de nuestra perseverancia en nuestra voca– ción santa. Si, carísima sor Luisa: antes mil veces morir que deser– tar cobardemente de la bandera de nuestro Capitán Jesús. Que el mundo nos persigue, que nos expulsan de nuestra Patria queridat que llegan a atentar contra nuestra vida... , ¡adelante, hermana mia; somos de Jesús y con Jesús hasta morir! »Corremos al presente días de verdadera zozobra e inquietud. Aquí en Madrid, est.os mismos dias estamos siendo testigos de ver– daderos sacrilegios cometidos por las huestes infernales. El día pa– sado, en una de las calles más concurridas y céntricas, presenció uno de nuestros religiosos cómo un grupo de ·sinvergüenzas quiso profa– nar la pureza de dos pobres monjitas que venían de cumplir su mi– nisterio. Gracias a un buen señor que pasaba por allí en su auto y, compadecido, las recogió. ,El próximo pasado viernes (esto lo ha visto tu hermano), a eso de las seis de la tarde, rodeó nuestro convento una manifP.staci.Jn imponente de comunistas que, con los puños en alto y gritando des– aforadamente, decían, entre otras cosas: «¡U. H. P. (son las inicia– les de Unión de Hermanos Proletarios), arderá Jesús!»; así se llama. nuestro convento. Gracias a Dios, habiendo llamado a la fuerza pú– blica, pudo ésta disolver y ahuyentar a los que con tan buenas in– tenciones venían. ,Desgraciadamente, no tuvo igual fin la manifestación que se dirigió a la parroquia de San Luis y al convento de los Trinitarios, muy próximo al nuestro: ambos edificios quedaron totalmente des– truidos por el fuego. A la una de la mafiana estuvo presenciando éste tu hermano, con sumo dolor, desde nuestro tejado, el tristísimo espectáculo que ofrecía a la vista el contemplar, en medio de la os– curidad de la noche, cómo subían las llamas sobre los más elevad\lS 380
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