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radicalmente. Ya no aparece al ext-erior un monje vestido de pai– sano, sino un estudiante más. El cambio fué solamente exterior, porque interiormente fué el de siempre. Hacía varios meses que por aquella época estaba enfermo de cuidado su gran amigo y compañero, el ya citado presbítero Ma– flaricúa; su enfermedad era la tuberculosis pulmonar, enfermedad que, como todos sabemos, infunde reparo y retraimiento, y mucho. más entonces, en que se ignoraban los medios eficaces de que hoy se dispone para combatirla. Pues bien: durante varios meses fué Emilio a verle todos los dias, costumbre 'iniciada al día siguiente de volver de Aranjuez. En sus visitas hacía cuanto le era dado por entretenerle, aunque fueran cosas que a él no le agradaban mayor– mente, como leerle una historia de los árabes, las Cartas a un es– céptico, de Balmes. cantar y hasta. hacer payasadas con el fin de divertir al enfermo. Invariablemente terminaba su visita rezando el santo rosario con el enfermo y con sus deudos. Curado el paciente, ambos recomenzaron la vida antigua: la Congregación, las cateque– sis, las idas y venidas a la Universidad de Deusto. Cierto dia planeaban varios congregantes una excursión por los picos de Europa; uno de los presentes, que conocía varios parajes de los mismos, los iba describiendo. Emilio le escuchaba atenta– mente y tomaba apuntes con la mayor atención y diltgencia, como si nada especial pensara; pero es lo cierto que había dirigido su mirada hacia el enamorado de la pobreza, San Francisco de Asís. Merodeaban sus visitas al convento de los Capuchinos de Basurto; trataba con ellos, y hasta se había hecho miembro de la Orden Tercera Franciscana en dicho convento. ¿Había encontrado el ca– mino dispuesto para él por la diVina Providencia? ¿Seria la austera Orden Capuchina, que también es misionera, para su definitiva consag.ración al servicio de Dios? IV El día de la Jnmaculada.-Acto filial delicadísimo.-No– viciado en Basurto.-La profesión simple.-Al convento de Jesús, de Madrid.-El servicio militar. Tocaba ya casi a su fin el afio 1929; todavía no habían trans– currido dos años desde la salida del joven Emilio de la compañia de Jesús, cuando la intercesión de su Madre.cita, invocada antes de salir de Aranjuez, se dejó sentir claramente. El 8 d·e diciembre era la fiesta hermosa de la Virgen, dedicada a celebrar su primer pri- 373
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