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joven Emilio y la de los padres Jesuitas, me permito transcribir– algunos párrafos de otra carta, t ambién dirigida a don Emilio por el mismo padre maestro, ampliando en ella la información de la primera: «En mi anterior echó usted de menos el motivo de su falta de perseverancia en la vida religiosa. Ciertamente, si la salida de su Emilio fuera una verdadera despedida por alg.una falta cometida o por haberlo pedido él, se lo hubiera a usted concretamente mani– festado; pero como ya tndicaba a usted en mi anterior, no es otra la causa de la resolución tomada, sino el ver ya de una manera indudable cuantos tienen que intervenir en su formación y emitir su juicio antes de la admisión definitiva y concesión de los votos religiosos, que a EmiUo no le ha eoncedido el Sefior las condiciones necesarias para desempefiar los oficios y ocupaciones que hubiera de ejercitar en esta religión de la Compañía de Jesús, y, por tanto, que carece de la verdadera vocación para ella. ,No había de hallar Emilio su tranquilidad y verdadera felicidad en esta Orden religiosa. D!os Nuestro Señor a cada uno reparte sus dones según la manera de vida en que quiere servirse de él. A Emi– lio no le ha otorgado las que son indispensables para su vida reli– giosa en esta Compafiia; sefial indudable que los planes de Dios sobre nuestro Emilio no son sobre este género de vida. Seria, pues, contrariar la voluntad clara y manifiesta de Dios y no mirar por el bien espiritual y felicidad de Emilio el aconsejarle su perseve– rancia con votos perpetuos en una manera de vida para la cual le ha negado Dios Nuestro Señor las condiciones necesarias... »Dios nos exige a todos este costoso sacrific1o. Confiemos que El lo ordenará todo para mucho bien. Aceptemos con santa resignación sus ocultas pero siempre amorosas disposiciones; fiemos de su Pro– videncia, que no quiere en todo sino nuestro verdadero bien. Cos– tosos, sin duda, se han hecho a Emilio, precisamente por el amor que t¡ene a su vocación, estos días transcurridos desde que le escri– bió a usted; pero ·con grandeza de alma le ha ofrecido al Sefior estos sacrificios y le han servido para robustecer más sus santos deseos de sólo guiarse y dejarse llevar por la voluntad de Dios. Y él, con eso, se siente muy animado.» 371

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