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gregaci9n o venía a casa, sin que nunca se le viera vagar por las calles. Los domingos o días de asueto los pasaba en la Congregación o en la Universidad de Deusto; como él decía, aleg.re y santamente. El amor a sus padres y hermanos rayaba en locura, como lo mani– fiesta en sus cartas siendo ya religioso Capuchino.~ Sin embargo, no era aquella la meta de sus apostólicas ambicio– nes; quería a todo trance ser misionero de vanguardia en primera linea y marchar a la pagana China. Para poder llenar cumpltdamente· tan vehementes deseos pidió a eso de los dieciséis años de edad el ingreso en la Compañía de Jesús, ingreso que le fué concedido, mar– chando al Noviciado de Loyola, en donde en el mes de julio del año 1926 empezó el tiempo de probación. Emilio padecía una tartamudez nerviosa que le impedía leer sin tropezar, le hacia repetir las silabas, le dificultaba para hablar en pú– blico. Este defecto congénito fué muy pronto advertido por sus maes– tros y Superiores, juzgando razonablemente que aquella dificultad, ar parecer incorregible, le contraindicaba para abrazar el estado sacer– dotal en el Instituto Religioso al que deseaba pertenecer. Así se lo hicieron saber oportunamente. El golpe y desengaño fueron doloro– sísimos, porque veía echados por tierra sus grandes deseos de ser apóstol misionero entre infieles. Pero ante el dilema de volver al mundo o pasar de novicio estudiante a la condición de hermano coad– jutor, optó por quedarse en la Compañía, adorando resig.nado las disposiciones divinas y tratando de llevar la santa conformidad al corazón de sus padres, en carta que el 1 de enero de 1927 les escri– bió, y de la cual son los párrafos siguientes: «Amadísimos papás: Cúmplase tu voluntad y no la mta... , es la petición que por tanto tiempo he venido hacHmdo al Señor, y por fin, según mis amados Superiores, después de haberlo pensado dete– nidamente han decidido que, por parecer que es esta la voluntad de Dios, ya que si bien es verdad que a fuerza de hablar despacito, había logrado hablar bastante bien en la conversación ordinaria, como tuvisteis ocasión de notarlo el día que estuvisteis aqui, sin embargo, al tener que hablar o leer en público ,me excitaba de tal forma que algunas veces ni podía pronunciar palabra, han determinado, digo, que pase a los hermanos coadjutores, para asegurar así mejor mi perseverancia en la Compañia de Jesús... Estoy completamente con– forme con la Divina voluntad. ¿Quién sabe si será este un paso gi– gantesco hacia la perfección y tal vez a la santidad? Al menos me– dios no me han de faltar. Una cosa que inunda mi corazón de gozo Y bálsamo eficaz, que consuela todas mis pe11 as, es el pensar que así podré, Dios mediante, ir mucho antes a las santas misiones a salvar almas y llevarlas a Cristo y al cielo. Nunca se está más contento que 367

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