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y vtgilancias de los milicianos, diciéndome que durante el día me comunicarían el resultado de sus indagaciones. «Al día siguiente, dice el dueño de la pensión, un pariente nues– tro capellán del Ejército, fué a tomar un refresco al bar inmediato a 1~ calle de León y oyó que varios milicianos, allí también presen– tes, decían: «Ahora la van a pagar todoS.>> «Sí-replica otro--, ;preci– samente anoche h emos sacado de la penstón de San Antonio al dueño y a un sacerdote. [por cierto que al sacerdote le hemos pegado un trabucazo tremendo, y le hemos sacado hasta el corazón.>> Don Francisco Ocaña T<éllez, que tal era el nombre del capellán castren– se, preguntó <<¿Y dónde le habéis dejado?» El miUciano respondió: «Allá... , en un prado muy grande ... , algo lejos ..., cerca de...>> «¿De la ermita de San Isidro?», añadió el capellán. «Cierto-dijo el mili– ciano-, por allí.» >>También la misma noche de la detención, la portera le contó a mi mujer que cuando bajaban los milicianos iban diciendo que lle– vaban un pez gordo, fraile o cura; y ella se lo decía a nü mujer sin saberlo, porque hasta la sazón no conocía la gente que yo t-enía en casa.» Argumento verdaderamente concluyente del martirio del siervo de Dios es el hallazgo de la fotog.rafía de su cadáver, encontrada en los archivos del cementerio del Este, fotografía que ha sido reproduc~da conservándose el original en el Archivo Provincial de los Capuchinos de Jesús. Dicho documento gráfico nos lleva a la conclusión de que el padre Andrés fué asesinado y enterrado en el cementerio de la Almudena. Pero en cuanto al lugar concreto donde reposan sus res– tos nos es desconocido por completo, por no haberse podido fijar el lugar de la sepultura a causa de no acompañar dato alguno a la fotografía del cadáver. XI Fama de santo y de mártir.- Se desea su beatiticación.– Gracias atribuídas al siervo de Dios.-El proceso en marcha Fué tan nítida la vida del siervo de Dios padre Andrés que los religiosos y muchísimos seglares vieron destacarse en él la caridad, la humildad y mansedumbre y la sencillez verdaderamente francis– canas, suscitando la admtración, la devoción, la confianza y el res– peto aun ·en personas no creyentes o alejadas de nuestra Religión. 37
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