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duro y pesado oficio de cocinero, más pesado por estar en dicho con– vento establecidas las disciplinas filosóficas, con buen número de estudjantes, y siempre algunos enfermos con especialidades en los alimentos. Fray Diego cumplió muy bien y fielmente su oficio, pu– diendo calificarle de «fiel cumplidor de su deber>>. Durante los tres años que fué súbdito mío, no recuerdo, no obstante su juventud, su genio y sus pocos. años de vida religiosa, haber t-enido que casti– garle o reprenderle, ni en p·nvado ni públicamente.» (Padre José de Solórzano.) <<Llevaba fray Diego verdadera vida espiritual, y tenía ansias de servir fielmente· a Dios, cual cumplía a un hijo de San Francisco, ya que muy frecuentemente se le veía con el rosario en la mano, y con las jaculatorias o devotas oraciones en los labios. Era muy devo– to de la Santísima Virgen María, pues, además de rezar con frecuen– cia el rosario, se le veía entusiasmado cuando llegaban las f!estas en honor de la Santísima Vi11gen, para las cuales frecuentemente se preparaba con nov·enas a la Madre de Dios. Fué relig.ioso observante y nevaba con entusiasmo las austeridades de la vida común, por– tándose siempre como bueno y obediente religioso.» (Padre Gonzalo de Calzadilla.) · <<Recuerdo de él este insigne acto de obediencia: El día en que nos expulsaron de Montehano los rojos, se decjdió que algunos reli– giosos quedaran en el convento durante la noche siguiente, hasta nueva orden. Esto resultaba muy peligroso en tales circunstancias. Algunos relig!osos preguntaron a fray Diego si consentía en quedarse. El lo pensó y confesaba ingenuamente: Que eso le daba mucho miedo; pero que si los Superior-es se lo mandaban, estaba dispuesto a. obedecer, a pesar del peligro. Conviene tener presente que este pe– ligro era de muerte. Aun recuerdo que tal a;cto de obediencia y sumi– sión me dejó .g.randem.ente edificado.» (!Padre' Pelayo de Zamayón.) Muy caritativo, además de obediente y piadoso, era el siervo de Dios, especialmente con los enf-ermos, a quienes, además de atender– los con solicitud y curarlos con delicadeza, procuraba servirles los alimentos mejores y más delicados dentro de la pobreza seráfica, pudiendo asegurar que la virtud p·redilecta de fray Diego fué la caridad. «Entre las virtudes, la que más resplandecía en fray Diego era la caridad, singularmente con los enfermos. Esta delicadeza del her– mano pude comprobarla en mí mismo. Caí yo enfermo cuando es– tudiaba filosofía. Fray Diego era el enfermero, y de tal manera me preparaba y me servía los alimentos y medicinas, que ni una madre la más capñosa lo hubiera hecho mejor, ni me hubiera aplicado los 353 Z3
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