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III Hermano del eulegio.-Como una madre.-Dolor por la salida de jóvenes.-Chóter del convento. Existe en el Seminario Seráfico de El Pardo un cargo que, sin ser el de Rector, ni el de Director espiritual, ni el de Prefecto de Estudios, ni tampoco el de Inspector, lleva consigo no poca respon– sabilidad, porque en cierto modo tiene que ser un algo todo, desig– nando al que lo desempeña con el nombre de Hermano del colegio seráfico, o simplemente, el Hermano del colegio. Para desempeñar eficazmente oon necesarias cualidades no comunes, sino bastante singulares, porque al cuidado del Hermano están todos los semina– ristas, y con ellos tiene que hacer las veces de padre, de madre, de practicante, etc. Los Superiores notaron en el recién profeso cualidades que le indicaban para desempeñar semejante delicado menester, y al colegio le destinaron trasladándole del convento de Montehano al de El Pardot apenas hecha la primera profesión, entrando él inmediata– mente en funciones de Hermano del colegio. Con gusto transcribo íntegramente las apreciaciones del padre Carrocera, recogidas en la obra Mártires Capuchinos de Castilla, so– bre el comportamiento de fray !Primitivo durante los casi veintiún años que atendió a los colegiales seráficos, ya que fué el popio padre uno de los que cursó los estudios humanísticos desempeñando el sier– vo de Dios dicho cargo. <<Conocedores los Superiores de las bellas cualidades de que estaba adornado, le destinaron al poco tiempo al convento de El Pardo, con el oficio de Hermano encargado de los niños del colegio seráfico. Allí habría de pasar el resto de su vida: vida por entero consagrada al cuidado de los niños, para los que fué siempre un verdadero y amantísimo padre, y esto en toda ocasión, pero, sobre todo, cuando alguno se encontraba enfermo y mucho más si la enfermedad era grave; allí eran los cuidados, los desvelos, el preocuparse grande– mente, el ir de un sitio para otro, incluso el no dormir hasta lograr que el enf-ermo recobrase la salud. »Todos, por otra parte, le apreciaban sobremanera, le querían, le estimaban y tenían en él puesta toda su confianza. A todos también, sin distinción, trataba él con cariño, con ternura, con amabilidad; a todos recibía sin cansancio, sin disgusto, cuando iban a pedirle al- 329

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