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los hijos en el santo temor de Dios y en costumbres honestas, pia- dosas y ejemplares. , Lorenzo fué desde niño dispuesto, despejado y «buenico» . Con los otros ni.ños del pueblo frecuentaba la escuela de Eguaras, distante dos kilómetros de Aróstegui. Alli aprendió las primeras letras y los rudimentos de las verdades cristianas, ampliados con la enseñanza integral del catecismo en el hogar paterno y en la iglesta parroquial. Asi nos lo asegura el señor párroco de Eguaras, en amable carta, don José Zalba Huarte, mi estimado amigo. También, al parecer, estuvo algún breve tiempo en Pamplona ampliando conocimientos, pero que no pasaron de elementales. De catorce a quince años contaba el siervo de Dios cuando sus padres le colocaron como sirviente en una familia de apellido Diez Ulzurrun, conocida la casa como de la gran Cur{Lndera, en el pueblo de Ilarregui, permaneciendo en ella por espacio de ocho años. Du– rante ese lapso de tiempo le tocó el sorteo militar, pero no llegó a prestar el servicio por favorecerle la suert-e con uno de los número de e:vcedentes. Más tarde, marchó al pueblo de Erice para servir en casa de un labrador de apellido Martorena, donde permaneció aproxima– damente el mismo tiempo que en la casa de la Curandera. De lo referido hasta aqui puede fácilmente deducirse que Lo– renzo, lo mismo de niño que de joven, llevó una vida bastante dura, cuidando animales y dedicado en invierno y verano a las rudas faenas del campo. Pero supo en todo momento unir el trabajo a las buenas costumbres y a las prácticas piadosas, cumpliendo en aquella temprana edad el lema que constituirla más tarde la razón de su vida religJosa. n Diversiones del joven Lorenzo.-Siempre csanto».-Buen hijo de familia.-Virtuoso durante la juventud. No fué ciertamente el joven Lorenzo de carácter retraído, obli– gándole a huir del trato con los compañeros y de las diversiones honestas, antes al contrario, tenía sus buenas e íntimas amistades, porque todos le querian y apreciaban. Mas como estaba muy ceñido al trabajo, los días de labor, sólo podía alternar con lo~ otros jó– venes algunos ratos los domingos y días festivos. Y con ellos al– ternaba, jugando al típico juego vasco de la pelota, de cuando en cuando al juego de naipes llamado mus, pero siempre fuera de la taberna, y alguna que otra vez asistía al honesto baile de entonces, 312 (
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