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-veinticinco años llevó una vida como los demás: alegre y pacifica. Pero desde los veinticinco años en adelante, hasta que ingresó en la Congregación Capuchina, llevó vida muy recogida y observante de la ley de Dios, pues nunca -se acostaba sin rezar el rosario con toda la familia, lo miSmo en casa que en el campo, en invierno que en verano. ¡Cuántas veces me acuerdo que, cuando estábamos se– gando, antes de recogemos para casa rezábamos el rosario, aunque estábamos rendidos del trabajo del campo! Creo que el que estaba rendido era yo, ya que él para todo se encontraba siempre dispues– to. Lo mismo hacía con el ejercicio del vía crucis: él era quien le recitaba en la iglesia con profundo recogimjento. Los dos últimos años que estuvo con nosotros, fué mucho mayor su fervor y recogi– miento, pues los domingos. cuando los demás estaban divirtiéndose, él se dedicaba a visitar enfermos. El último verano que hizo con– migo no se desnudó más que para mudarse; y por la noche le veía– mos en el patio de la casa, de rodillas, con una cruz en la mano. No puedo decir cuánto tiempo perman~cía así, pues hasta nuestro pa– dre le respetaba.» II Vocación extraordinaria.-Devot(L estratagema para rea– lizarla.-Novicio y p:roteso Capuchino en el humUde es– tado de hermano. Sin temor a exagerar, puede reputarse de extraordinario el lla– mamiento divino del joven Basilio al estado religioso. «Un afio fué a la casa de los Jesuitas de Carrión de los Condes a hacer los san– tos ejercicios, y al regresar dijo: «No hay más que una alma que salvar; quiero irme a los Capuchinos.~ Por entonces mi padre no le dejó, sino que le dijo: dngresa en los Jesuitas.~ Mas él respondió: eMe voy Capuchino, porque ellos hacen más penitencia.~ «Los últimos días que estuvo con nosotros me dijó: «Mucho he trabajado en esta vida, pero nada en provecho mio; o sea, en bene– ficio de mi alma. Por tanto, hermano mío, me retiro de este mundo para recogerme en un claustro, con el fin de salvar mi alma, que me interesa más que el mundo entero.~ Y no puedo continuar más, porque el sólo recordar los consejos que él me dió, me llegan al co– razón y me ahogan las lágrimas. »Al afio stguiente al diálogo mantenido con su padre, le dijo: «Voy a confesarme a los Capuchinos de León.» Desde all1 escribió 276

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