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'Creo que en esto brilla su entereza, su calma y su pa.ciencia ante la injuria. El otro caso es el siguiente: · Creo que fué la última -persona que confesó antes de su muerte. Aunque la presentía, yo ·le vi absolutamente tranquilo, y al indicarle yo los temores de lo que pudiera sucederme en aquellos días tan azarosos, me dijo: <<Hija mía, si una desgracia te sucediera, no ¡pienses en lo que dejas, sino en el premio maravilloso que tendrás allí.» «Bten demostró la virtud de la fortaleza siempre, y especial– mente el día que hubo de clausurarse la iglesia para el culto. Yo vine con mis familiares a la primera misa de aquel día, porque yo ·a la sazón tambMn estaba en vela, ya que corría peUg.ro mi ma– rido y lo tenía guardado. Estando en. la misa entró una miliciana vestida de «mono» y con su pistola en la mano y las grefí.as des– melenadas, dando voces y diciendo: «Lo~ hombres, a la calle, y desalojtE:n la iglesia.» Y con ella entraron también varios mili– cianos. Entonces· el que apareció en seguida, enfrentándose con todos, fué fray Andrés de Palazuelo; pero sin ·que la fortaleza •que ostentaba estuviera revestida de mal carácter, .sino al revés, armonizándola con una gran mansedumbre y dulzura. Entonces -el si~rvo de Dios se dirigió a todo el público que estaba en la iglesia, tratando de proteg-erlos con los brazos l€Vantados y al mismo tiempo recomendando mucha calma. Al fin tuvtmos que ir saliendo, o mejor, acercándonos hacia la puerta; pero habiendo observado que en el frente de la puerta había un grupo de mili– cianos apuntando con sus armas, nadie salía del templo. Y como arreciara . el apremio de los milicianos para que dejáramos el templo vacío, fué el siervo de Dios el que, dando la cara ante ellos sin alterarse para nada aquella mansedumbre de siempre, les dijo: «Pero ;,cómo queréis que salgan si les estáis apuntando?» Y luego, dirigiéndose a nosotros y también extendiendo las ma– nos como en aire de protección, n.os dijo: ((,Sal¡d, hijos míos, sa– lid.» De modo que ciertamente se mostró aqui el siervo de Dios muy valiente, dando la .cara por IIlOSotros, y no me cabe la menor duda que todo ello fundándose en motivos sobrenaturale$. Al mismo tiempo é1 nos recomendó a todos, mientras •salíamos, que lo hiciéra– mos sin temor y sin volver la cabeza, imponiéndose de tal suerte que él les dijo que no permitiría que saliéramos en tropel, sino que -saldríamos en orden, como lo logró.» No menos que la virtud de la fortaleza practicó el siervo de Dios la de la justicia, <<ya que en primer lugar cumplía los deberes para con Dios: dándole el culto que le es debido, pues aun de pequeño era muy asiduo a los rezos, lo mismo que en la subordinación a todos sus superiores. Por ejemplo. alguna vez fué con sus discí:Pulos a nues-

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