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que de otra manera era imposible. Conmigo se confesó varias veces. así como yo me reconciliaba con él, durante el tiempo que duró er cautiverio. Juntos rezábamo.s la mayor parte de los días el santo rosario, y todos los días él se retiraba varias veces a hacer sus de– vociones y a orar. »En una ocasión nos mandaron a los presos sacar las imágenes de la iglesia para echarlas a un camión y llevarlas a quemar. Yo me escondí en el bautisterio para no sacarlas. Sé que otros presos las llevaron; pero no me consta que el padre Domitilo llevara alguna. Me consta, en cambio, que después se oía comentar a los presos la crueldad de los marX1stas 'POr haber obligado a carg.ar la imagen de la Milagrosa al mismo que habia hecho la imagen. »El padre Domitilo cumplió en la cárcel sus veintiocho afios. Con tal motivo nos obsequió con caramelos a sus compafieros de prisión. Frecuentemente los guardianes le insultaban porque llevaba el santo hábito, y despectivamente le decian que se lo quitara, porque aquello no valia para nada. Pero él respondía: «Mi mayor dicha es morir con el hábito; para eso me hice religioso.» Por fin, días antes de su muerte, le ordenó el Comité de Guerra que se lo quitara. Mandaron entrar a un barbero, quien le afeitó la barba y le quitó el cerqutllo, y con dolor, tuvo que quitarse el hábito.» (Pbro. don Pedro Parajón Carujo.) Al padre Domttilo se le propuso en más de una ocasión salir de– la cárcel, pero siempre se negó a ello, si no soltaban a los otros pre– sos. Cierto dia fueron varios hombres de Luanco a libertarle, no sa– bemos si para luego matarle, o para ponerle a salvo. Pero si es cierto que puso como condición para irse con ellos, que dieran libertad a todos los detenidos de la cárcel de Candás. En otra ocasión mani– festó a los sefioritas de Bocines que le llevaban los alimentos, que por la noche podía descolgarse por una ventana, con tanta mayor facilidad cuanto que tenia un cordel. Entonces la sefioríta Victoria le dijo: «Padre, pues descuélguese esta noche, se marcha a Bocines, y allí le escondemos de tal manera que les sea imposible encontrarle.» A esta propuesta repuso el padre Domitilo: «NO puedo, porque al darse cuenta mafiana por la mañana los guardianes de la cárcel que me he fugado, matan a todos los presos aquí detenidos. Yo DO' tengo quien me llore; mas éstos, tienen hijos, esposas, padres, no– vias, a quienes deben atender cuando se vean libres de la prisión.:. (Victoria Cuervo.) 268

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